Nunca es tarde si el profesor es bueno.

Siendo niña, jamás, jamás destaqué en manualidades. Recuerdo que para preparar la excursión a la casa natal de Goya, en Fuendetodos, durante varias semanas estudiamos su trayectoria y debimos elegir una de sus pinturas y, efectivamente, copiarla. O intentarlo...

Para mí fue tan frustrante que de veras no recuerdo si pinté La maja vestida o el Perro semihundido. Juro que no lo recuerdo. En otra ocasión, tuve que pintar un cuadro de Sorolla, y la experiencia fue similar. 

La cuestión es que nunca he dibujado ni pintado ni un poquito bien. A mí lo que me gustaba hacer de pequeña era montar un gran mural con papel blanco de la farmacia de mi madre, como de unos dos metros, y recrear historias de personajes que recortaba en los periódicos y revistas. Casi siempre, no sé porqué, los protagonistas se reunían en un bosque, de modo que pintaba árboles, nubes, pájaros y flores. Poco más. 

Hablando de flores ahora explico eso de 'nunca es tarde si el profesor es bueno'. Porque este fin de semana pasado, en el que he hibernado como un oso, solo salí de mi cálida guarida, ayer domingo, para asistir a un taller de acuarela. 

Acepté la propuesta de la maravillosa decoradora florar Sally Hambleton y del carismático acuarelista Jorge Bayo. A ambos les conozco un poquito en persona y algo más por email dado que les he entrevistado en diversas ocasiones. No dejo pasar la oportunidad para remitiros a las dos entrevistas publicadas en El Hedonista: A ella y a él

Os diré que ella es exquisita creando con flores y él es un genio de los pinceles. 

Vuelvo a lo que quería contar. El caso es que me propusieron participar en un taller de acuarela. Las modelos, naturalmente, eran las flores de Sally. 


(© CyC)

Me pareció una oportunidad maravillosa para rodearme de belleza, e incluso, superar mis complejos artísticos. Y acepté. El domingo, entre que yo seguía teniendo sueño y que llovía, lo lamenté profundamente y de camino al número 11 de Gabriel Lobo, pensé que no había sido buena idea.






(© Sally H.)

Pero me presenté. Y pronto supe que mis compañeros de taller estaban dotados de ese ingenio artístico del que yo carezco. 

Me hice pequeña en mi silla. Jorge, el gran profesor, me animó porque afirmó que el error es pasarlo todo por el filtro del pensamiento; aconsejó pintar de forma rápida, sin pensar. Aseguró que a todos nos gusta pintar y cuando somos niños lo hacemos y mejoramos porque nos animan y nos aplauden ante cualquier garabato. A medida que crecemos, se silencian las aprobaciones y entonces, la mayoría deja de intentarlo. 

Él afirmó que la técnica de la acuarela brinda una conexión con uno mismo y una intimidad muy placenteras. 

A mí, personalmente, me encantó crear diferentes colores tan solo con el magenta, el cyan y el amarillo. Obediente, hice lo propuesto por Jorge: pinté rápidamente lo que creí que era un cardo. 

Y hago un paréntesis para decir que las flores que mezcla Sally en sus obras son espectaculares, pero las de ayer a mí me emocionaron mucho porque me devolvieron a Escocia. 

Encontré varias de ellas que acostumbraba a admirar en mis paseos por el jardín japonés de The Crichton: narcisos, membrillos japoneses, cardos y también snakeheads



(© CyC)

Esto es una flor muy particular cuyo 'estampado' se parece a la piel de una serpiente. 

Continúo. Pinté un cardo, en mi opinión, muy decente y me sentí feliz. Mi euforia se esfumó cuando Jorge se acercó y me dijo que, precisamente, la acuarela se trata de deslizar el pincel creando trazos, no las rayitas que yo había hecho. 

No tiré la toalla. Dibujé, escuché, disfruté, aplaudí las obras (fantásticas) de mis compañeros y sobre todo me sentí afortunada porque Madrid me brinda encuentros con gente maravillosa. Dentro sonaba la música, había aroma de velas y de flores, y fuera... fuera, nevaba. 

Además, mi última creación no fue tan desastrosa. Incluso estoy pensando en buscarle un marco bonito y regalársela a mi madre por su cumpleaños. Creo que jamás le regalé un dibujo siendo niña. 

Pero lo cierto es que lo que más me gustó fue el estampado de la servilleta de papel en la que secaba y le quitaba agua el pincel; me pareció un campo de cereal lleno de amapolas. 



(© CyC)

Creáis o no en vuestras posibilidades artísticas, os recomiendo los talleres que periódicamente proponen Sally y Jorge. También los hay de fotografía con el móvil con otra persona altamente recomendable: Lucía M. Marcano

¡Felices días de frío y nieve!


Comentarios

  1. WOW! Tu cardo fue estupendo y cuando te vi tomando notas de las tonterías que salían por mi boca hiciste que sintiera que merecia la pena. Sé que todo lo que escuchaste no caerá en saco roto...ya verás. Y la servilleta...TOP

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  2. Pero que sol eres Maria! Muchas gracias. Fue un placer pasar un rato contigo, entre flores y pinceles. Xxx

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