Madrid, te he echado (tanto) de menos

De vuelta a España, al calor. Desapareció la sinusitis y llegó la sequedad de ojos. 

Atrás quedan Dumfries y Escocia, con sus bajas temperaturas, su maravillosa gente y esa luz que tanto me fascinó. 

Cada día, valoro el gran regalo que ha supuesto la experiencia en el extranjero. El silencio del campus universitario, las flores y aves maravillosas, las carreras al borde del río Nith... Siento nostalgia, ciertamente, pero por delante está Madrid, y es mucho Madrid.

Apenas llevo cinco días en la ciudad y tengo el presentimiento de que lo mejor está por llegar. 

Todavía no sé qué ocurrirá con este blog a partir de ahora. Quizá dé un giro y el contenido provoque que algunos lectores se queden el camino y que otros se sumen. De momento, doy la bienvenida a una nueva etapa y atiendo la solicitud de una lectora cercana (Ana) que me pidió tener un post cada semana. Paso a paso. 

Vuelvo al lugar del que me fui, Chamberí, pero con la experiencia de cuatro años vividos intensamente. Y sí, en este tiempo ha habido de todo: bueno, menos bueno, pero también buenísimo. Por una cuestión de actitud, incluso hago lectura positiva de lo malo.  Keep walking!

Chamberí vive un fenómeno de gentrificación, palabra que como procrastrinar, resiliencia y otras más, me cuesta pronunciar. Resumiendo, alguien ha movido los hilos inmobiliarios y el barrio se ha puesto de moda. Es decir, muchos locales de ocio y también alquileres por las nubes que convierten la zona en menos habitable y acogedora para quienes llevan aquí media vida. 

Yo he vuelto a los bares de siempre. He tomado la tortilla de Alipio Ramos (Ponzano, 30) y las contundentes tapas de la barra que más me gusta, la de El Escudo (Ponzano, 49). Sí, es mi favorita del barrio y casi casi de todo Madrid. 

He conocido Pepita y Grano, tienda que me recuerda a otra de Pamplona, que lamentablemente cerró, Cuarto y Mitad. La oferta de cereales, arroces, especias, frutos secos y otros alimentos, es amplísima. Me convence la posibilidad de elegir la cantidad que deseas y reducir el volumen de plásticos y envases. Es decir, poder comprar de una forma sostenible. ¡Ah, y probar ingredientes que desconozco! Creo que voy a detenerme en el número 77 de Santa Engarria con mucha frecuencia. 

Mi bicicleta y yo hemos vuelto a las calles, esta vez, más seguras porque existe carril bici. Gracias, Madrid, es un gran paso adelante. 

Pedaleando y caminando, por supuesto, he ido más allá de Chamberí. He recuperado un hábito del que solo obtenía beneficios: Bikram Yoga. Increíble, pero cierto, cuatro años después he recordado las posturas y aguantado con sumo placer los 90 minutos en esa atmósfera (tan) cálida y húmeda. 

He saludado a grandes amigos como Pedro, cuya taberna Los Chanquetes, no me canso de recomendar. Esos boquerones, esos torreznos, esas croquetas y todo lo demás merecen que yo dirija mis pasos, una y otra vez, al Barrio de las Letras. 

Durante mi estancia escocesa he añorado la comida española y ahora estoy desatada. He comido, entre suspiro y suspiro, tortilla y croquetas de cabrales en La Ardosa, y también banderillas, patatas fritas y gambas en La Mina (General Álvarez de Castro, 8). Lo dejo ahí y no detallo la lista de bares en los que he pedido una caña (¡Ay, cómo las he echado de menos tanto en Pamplona como en Escocia!) porque alguien podría escandalizarse. 

En Chamberí y dado que de Escocia me queda el gusto por los libros ya usados, recomiendo otra nueva dirección tan interesante como la de librería de segunda mano La Tres Catorce (García de Paredes, 25). 

Madrid, te he echado (tanto) de menos, que pienso explorarte y disfrutarte de principio a fin. Lo mejor está por llegar. 

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