Keep walking



Confío en el poder terapéutico de una acción tan sencilla como caminar. 

Pasé la mejor infancia posible en un pueblo en el que, a primera vista, no había demasiados planes que hacer y, sin embargo, viví multitud de aventuras. Las mejores. Nunca me aburrí. Creo que ni un solo día. 

Somos tres hermanos y mis padres siempre se esforzaron, y todavía hoy lo hacen, por que creciéramos unidos. Así, el ocio familiar se resumía en un gran paseo cada sábado y cada domingo, después de comer. Nosotros apenas veíamos la tele. 

Recuerdo perfectamente aquellos recorridos por los caminos de mi pueblo, junto al río o quizá cerca de alguna acequia. Cierro los ojos y nos veo caminando bajo los olivos, tirándole piedras a alguno de nuestros perros: Ruscus, Remo, Jara... Recogiendo flores, comentando con mi madre el nombre de las plantas. Los paseos, naturalmente, suponían largas conversaciones. Y eso, suele unir. 

Quizá por esta costumbre íntimamente vinculada a mi familia, caminar es importante para mí. Cuando nos encontramos en el pueblo, seguimos haciéndolo y ése es el mejor plan con mis sobrinos. 

Hace algunos años, mi padre y mi hermano Nacho me introdujeron en otro gran camino, el de Santiago. Y trabajando como hospitalera en Check In Rioja y dirigiendo mis pasos tras las flechas amarillas, he creído firmemente en que caminar es necesario, sencillo y reparador. 

Ayer volví a ser consciente de lo importante y saludable que es. Y si es acompañado, mejor todavía. Pese al mal tiempo o a la pereza. 

Conocí a Margaret en Incredible Edible, el grupo de jardinería en el que participo como voluntaria. Le comenté que quería salir a correr con alguien porque me costaba hacerlo sola. Ella y Jill me animaron a crear un grupo en Facebook, y así lo hice. Desde hace unas semanas, salgo cada lunes y miércoles. A las 5.30 horas dirijo mis pasos hasta la iglesia del campus y espero unos minutos. Hasta la fecha, no he corrido sola porque había alguien para compartir conmigo la carrera.

Aquel día, Margaret me preguntó si me gustaba caminar. Le dije que sí y me explicó que los martes, a las 13.00 horas, se reunían en el centro y caminaban durante una hora. Le prometí acercarme y ayer, lo hice. 

La sorpresa fue que me encontré con un gran grupo. Conté 20 mujeres, de diferentes edades. Formaron dos grupos y Margaret fue a la cabeza de uno de ellos. Ella es una mujer muy activa y entre las tareas que desempeña se encuentra la de voluntaria en Paths for all

Disfruté de un agradable paseo, sin prisa y junto a la otra voluntaria que cerraba el grupo, que estaba atenta para que nadie se quedara atrás. 

Paseamos por una zona del río que no conocía. Charlamos sobre la vida en Dumfries, sobre las ovejas, las vacas... Después, fuimos a un lugar que me gusta especialmente, the The Usual Place, para tomar un café y seguir charlando.

Cada día, hay un registro de las personas que participan en los paseos. Es decir, una lista que se debe firmar. Además, yo rellené y entregué el formulario porque me gustaría volver. 

Me di cuenta de que algunas las mujeres tenían problemas de salud y supe que han llegado hasta allí porque su médico de cabecera lo creyó conveniente. Los voluntarios conocen estos detalles y prestan atención, por ejemplo, a la continuidad. 

Sin duda, caminar funciona. Márcate un día y una hora, busca a alguien y camina. 

Keep walking!

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