Mi lista de 'volveres'

Lo sé. 'volveres' no existe, pero me gusta como palabra, como concepto y como intención. A mí Madrid no me mata. Me pone las pilas a tope y me inspira una lista de 'volveres'. Fue siempre así, mientras viví metida en su vorágine y también ahora, cada vez que regreso. 

La última visita se ha prolongado más de la cuenta y me ha dado tiempo a casi todo. A pesar de la lluvia, sí, a pesar de que la ciudad que amo por encima de tantas no recordara que donde vivo llueve como para que yo tenga mi cupo de agua cubierto por una larga temporada. Pero no importa, Madrid, no te lo tengo en cuenta. Estoy segura de que la semana que viene, que regreso, lucirá el sol.

Me pone las pilas el número de aperturas de restaurantes interesantes; la gente con rollo, que no sigue la corriente; los escaparates bonitos vendan lo que vendan y, cómo no, esa lista interminable de planes por realizar. Por ejemplo:

1.- Quedar con los amigos para el aperitivo y terminar a las 18.00 horas. Ahora, las cañas tienen carritos de bebé y no se convierten en copas, pero casi. Se nota que ya no vivo en Madrid porque fueron ellos, los amigos, los que propusieron el lugar. Y acertaron de lleno. 

Fue La Mina, en el número 8 de General Álvarez, en mi antiguo barrio y con unas gambas, unas banderillas y unos precios para volver. Y claro, la cerveza tirada de miedo. Pero eso no es realmente una novedad en Madrid. 

Conocía esta taberna, pero fue hace demasiado tiempo y ahora está reformada. Me encantó la elección porque justo la había anotado en la lista de 'volveres' al leer la entrevista que mi admirado David Moralejo (@dmoralejo) realizó, allí, a Óscar Jaenada para el último número de Tapas

2.- Cenar en la calle Echagaray y, sin embargo, creer que estás en Londres. Sucedió en Chuka Ramen. Por fin conocí en primera persona el proyecto de John, Rodrigo y Lorena. Suponía entrar de nuevo a un pequeño local donde tantas veces tomé asiento y buen sushi junto a Edi, cuando era un japonés llamado, si no me equivoco, Aki. 







(© Fotos Chuka)



Disfruté con la comida, me encantó el ambiente y me gustó especialmente el estilo de los camareros. Ah, y el moscow mule, un cóctel a base de vodka, lima y ginger beer. Tanto que ya pienso en el próximo. 

3.- No tirar la toalla y volver a Motteau y, a la tercera, conseguir mesa y disfrutar del placer de una maravillosa conversación con Rosa. Es un obrador y pequeño salón que Borja me recomendó hace un tiempo. 



(© Foto CyC)


El brownie es altamente recomendable y la pinta de las delicias que elabora Juan Manuel D'Alessandro son una razón de peso para que yo lo visite pronto. 

Mientras él no paraba ni un instante, mezclaba ingredientes, horneaba y seguía concentrado en su tarea, los afortunados que ocupábamos las tres mesas de su salón, charlábamos de nuestras cosas. Me encantó cómo, de repente, se formó una gran fila ante el pequeño mostrador. Había quien buscaba la merienda, el capricho de media tarde o la sorpresa para alguien querido. Me pareció que para todos aquellas personas estar en lugar tan especial era algo realmente cotidiano, como quien entra en una panadería cualquiera, y supe que eran unos suertudos. En su barrio se encuentra Motteau. 

Juan me contó que el nombre es un homenaje a la pequeña pastelería que su bisabuelo regentó en Normandía. Y me mostró la foto en la que se ve a aquel hombre y también a su hija, la que debió labrarse un futuro en Buenos Aires, porque el negocio familiar no daba para llenar todas las bocas. 

En mi lista de 'Volveres' queda anotado probar el merengue con chocolate. Y no me olvido. Que para mí las cosas del comer son sagradas. 

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