Debilidad por los libros

Mis libros están repartidos por diferentes casas. Incluso, hay algunos de ellos en Check In Rioja. Si bien, cuando nos trasladamos a Pamplona sentí la necesidad de tener la mayoría cerca, a mi lado, por si necesitaba volver a ellos. 

En estos días, he decidido poner orden y ando haciendo cajas. Creo que junto a mi madre, esa voraz lectora de quien posiblemente heredé la pasión por las letras, estarán felices. Ellos y ella. Así que he empezado a empaquetarlos de forma ordenada. ¡Ojalá mis mudanzas hubiesen sido tan ordenadas!

Me reconforta repasar los títulos, intentar recordar el argumento y archivarlos por editoriales, temática, etc. Me causa algo de pena, eso sí, ver cómo por ellos también pasa el tiempo y las hojas amarillean. No importa, son mis libros y los amo por encima de muchas cosas. 

Me reconforta también comprobar que todavía no leí todos. Quedan y esos los dejo conmigo. 

Que haya iniciado un ejercicio de organización no limita mi vena compradora. Sí, continúo comprando libros. Y me gustaría recomendar tres títulos, uno que leí anoche, otro que tengo a medias y el tercero, que todavía no empecé. 




El primero se titula Esto es Nueva York. Lo compré en la caseta de Katixa, Deborahlibros, en el Día del Libro, en Pamplona. Lo elegí porque me gusta la editorial y porque en él estaba apoyado mi propio libro: ¡Continúa caminando!. Me emocionó que Katixa hubiera decidido ponerlos juntos en un día tan importante para las letras. Y lo elegí por una cuestión de afinidad y compañerismo. 

Su autor es E. B. White quien lo escribió en 1948. En tan solo 7.500 palabras capta con maestría la esencia de esa ciudad a la que yo volvería cada mes. Recomiendo Esto es Nueva York porque permite conocer una urbe inmensa, inabarcable, que se transforma cada día, cada instante, en el verano de 1948. E. B. White define con maestría algunas de su características: su energía, el milagro que supone que siga funcionando y un particular y caleidoscópico retrato social. Me gusta que él no cae en los lugares comunes, observa y profundiza cuestiones que para la mayoría pasan desapercibidas pero que, efectivamente, definen a Nueva York. 

Me quedo con una de sus frases: 'Nueva York proporciona no solo una continua excitación sino también un espectáculo continuo'.

La editorial es Minúscula, de la que guardo joyas como Verde agua, de Marisa Madieri, y La Isla, de Giani Stuparich. A pesar del tamaño mínimo de estos volúmenes, cada uno de ellos me ha conmovido profundamente. Al leerlos necesité detenerme y paladear conscientemente cada palabra y pensamiento.

Siento especial cariño hacia La Isla, lo compré en Burgos, aquel mes de febrero que decidí hacer el Camino de Santiago. Entonces, necesité evadirme con la lectura y, claro, busqué un título que apenas pesara. Pude leerlo en apenas unas horas, pero decidí hacerlo poco a poco. Saborearlo con extrema delicadeza. 





El segundo es La analfabeta que era un genio de los números, de Jonas Jonasson. Con el que estoy disfrutando de una lectura fácil, simpática e ingeniosa, que me permite desconectar. Fue el pasado verano, junto a una piscina en Cádiz, cuando devoré, literalmente, el primer título del autor: El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Se trata de un regalo de un peregrino que no quería llevar peso en la mochila y consiguió que me riera una y otra vez en un momento en el que yo lo necesitaba casi tanto como respirar. 

Tener sentido del humor con tintes surrealistas e irreverentes es un don que posee Jonasson. Y eso no es tan habitual de encontrar y a mí, personalmente, me ha convencido. Su último lanzamiento es El matón que soñaba con un lugar en el paraíso, que seguro caerá en mis manos. 




Las zapatillas rojas es el tercer libro y el que todavía no he tenido oportunidad de disfrutar. Pertenece a la Editorial Alkibla y es parte del proyecto 'Te cuento'. 

Se trata de una colección de doce libros que combinan texto e imagen documental. Están dirigidos a niños, a partir de los 10 años, y a adultos que desean favorecer el espíritu crítico. Y es que cada uno de los ejemplares supone una versión de los cuentos de siempre, de los clásicos, en relación con discursos e imágenes actuales. 




En este caso es Belén Gopegui quien narra la historia de Sofía, Carmen y Natalia, las justicieras de los cuentos. Las fotografías pertenecen a Clemente Bernad y corresponden al 15M de Madrid. 

Lo dicho, tengo pendiente su lectura. Y muchas más.

Que todos los días celebremos los libros. 

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