El mejor verano

Cada verano que concluye es el mejor. Siempre es así. 

Lo era en la infancia y también en la actualidad. O yo, sencillamente, me empeño en que así sea. 

El de 2014 ha vuelto a ser el mejor por su calma, el mar Mediterráneo, los girasoles y los arañazos en los brazos tras coger moras.

Ha sido otro verano más en el que recibir a infinidad de huéspedes en nuestro hostel Check In Rioja (www.checkinrioja.com). Han llegado caminando hacia Santiago de Compostela así como estudiantes extranjeros en busca de un piso en el que vivir durante el curso. También familias con niños pequeños, personas en silla de ruedas, gente maravillosa que queda en nuestro recuerdo. Me llevo grandes conversaciones, lágrimas de emoción y muchos besos. Este 2014 ha sido el de los besos de los huéspedes. Y me encanta. 

En Check In Rioja, he hablado inglés como si lo hubiese pasado enterito en Cambridge, como cuando era niña. 

Volví a la Costa Brava. Dormí por vez primera en mi hostal soñado, el Empúries (www.hostalempuries.com). Tomé su desayuno como si no hubiese cenado la noche de antes en su maravilloso restaurante, Villa Teresita. Sí, este verano he vuelto a demostrarme que soy una zampona. Lo hago en otoño, invierno, primavera...



(© Foto Hostal Empúries) 

Me bañé en la GRAN piscina de La Gavina (www.lagavina.com). Y envidié las mil historias que nos contaron sobre el pasado de este resort cinco estrellas, gran lujo. Acaricié las sedas y terciopelos que visten sus habitaciones más exclusivas. Y formulé, en voz bajita, un deseo: 'Ojalá, pase el tiempo y  Check In Rioja acumule tantas historias, tanto pasado, tanta vida'.




(© Foto La Gavina) 

Cené gambas de Palamós en una súper azotea, en Calella de Palafrugell, con habaneras de fondo. La música llegaba desde el mar. Fue gracias a Ricky y a Mónica, siempre generosos.

Dormí muchas siestas. Todas profundamente, pero la de Mas Rabiol (www.masrabiol.com) fue la mejor. Guardo el recuerdo de esa ensalada de pepino (del huerto de Gloria y Carlos) tan verde y crujiente como a mí me gusta. Fue un placer conocer a este matrimonio y compartir anécdotas. 

Cumplí más sueños. También el de cerrar los ojos y dormir casi sobre el mar, en El Far (www.elfar.net). El azul de la habitación me inspiró otra gran siesta. Me encantó que en la puerta hubiese llave. 



(© Foto El Far) 

Asimismo la hay en Mas de Torrent (www.hotelmastorrent.com). Propiedad de la misma familia y cuya colección de arte me dejó sin palabras. Fue justo antes de pasar a la terraza, ocupar una mesa y disfrutar gracias al chef Jordi Garrido y al maitre, Albert Alonso. Grandísima cena la que nos ofrecieron. 





(© Fotos Mas de Torrent) 


Y así, recorriendo la Costa Brava de 'peapá', recordé los meses de septiembre en familia, cuando éramos niños. Ah, no me olvido de otro sueño cumplido. Yo, que siempre quise 'veranear' en Cadaqués, pasé allí cinco días con sus noches. Fue gracias a la generosidad de Merçè y Víctor. En la terraza de esa bonita casa, desayunamos largo y tendido, comimos, cenamos. No tuvimos prisa para nada. 

El verano de 2014 ha tenido muchos más recuerdos vinculados con mi verdadero pueblo, Arándiga, en Zaragoza. Dormí mucho, cogí moras e hice mermelada, eché de menos a nuestra perra Kika, fallecida hace un año y con la que tantas carreras me daba por los caminos. También recordé a Jara, que también se fue antes de tiempo. 

Llegaron los niños. Hicimos empanadillas, tortilla y filetes empanados, y nos fuimos de acampada. Su primera noche en una tienda de campaña, una de tres personas en las que dormimos cinco. Bueno, Josemi, de madrugada decidió dormir en la puerta, bajo las estrellas. Fue maravilloso, oir justo antes de apagar la linterna, ese 'Tía, te quiero' de Claudia.

Me encantó nadar con ella y al salir de la piscina, verle correr alrededor y escucharle: 'Es que el abuelo me dice que dé unas vueltas siempre y que haga estiramientos'. A mí, cuando tenía su edad, también me hacía correr en la playa. 

Volvimos al Moncayo; recordé aquella salida con el colegio observando los árboles. Le dije a Claudia que distingo tantas plantas porque hice un herbario y el maestro nos examinaba. Elegía una planta cualquiera pegada en el folio, tapaba el nombre y nos preguntaba. Yo me las sabía todas. 

Regresé a Monteagudo de las Vicarías, en Soria. Y aunque solo fueron dos días, fue tiempo suficiente para sentir que mi casa está donde está mi amor, pero que mis pequeños paraísos me llenan de oxígeno fresco. 

Adiós, verano. Hola, otoño. 

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