Casa Goyo

Siempre había visto el cartel en la carretera. En la A-2, Saúca. Nunca pensé en entrar, pero resulta que un día te ves montada en una furgoneta, con tu vida de los últimos 13 años metida en ella, y tienes claro que parar y comerte un par de huevos fritos es indispensable.




En este municipio de Guadalajara está Casa Goyo. Porque hubo un tiempo en el que en este país los restaurantes y bares no se llamaban lounge ni chill out. Respondían a Casa, tenían manteles de papel y vendían cintas de música. Qué bueno que todavía perdure alguno de ellos. 

Goyo fue el dueño y el que alimentó -y nunca mejor dicho- la buena fama de los huevos y las patatas fritas así como otras delicias de olla (chorizo, costillas, lomo...). 







Sí, esos manjares de la matanza que aguardan metiditos en aceite a que el buen apetito los haga desaparecer. 

En su pequeña terraza, bajo un árbol llamado del paraíso, con un gato que ronroneaba bajo los pies, y junto a veraneantes y otros habitantes, tomamos su contundente especialidad.

Pero en Saúca también se para porque la iglesia es única. Románica, pequeñita y especial. 


(© Fotos Cyc)

Y así abandonar Madrid rumbo a una ciudad del norte... sienta y sabe mejor.

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