Verdaderamente rico

De tanto usarlas hay palabras que pierden su sentido.

Mi compañero y buen amigo, Miguel de Santos -por tantos conocido como El Hedonista (www.elhedonista.es)- ha terminando detestando una: Premium. No me extraña; además, yo no entiendo por qué hay que ponerle una mayúscula.

Por mi parte, empiezo a cogerle cierta manía a gourmet. Ya se la cogí enterita a delicatessen. Son cosas que suceden... 

Todo esto para contar que, en el pueblo en el que crecí, hay tres alimentos verdaderamente ricos. Riquísimos.

Mi hermano Pablo me pide que desvele dos, pero que el tercero lo guarde para nosotros.

Así que allá voy.

Pan y queso, nada más y nada menos.

Por ello, yo habitualmente no como pan. Y es que pocos igualan al del horno de mi pueblo. El panadero, Jesús, abre a las 11.00 de la mañana y la fila de su mostrador es un buen termómetro de qué sucede en el pueblo. Uno detrás de otro, los vecinos se dan la vez y comentan la actualidad.




La miga es esponjosa. Con la humedad justa. El mejor sabor. La corteza, buenísima. La calidad de este pan es tal que no se pone duro rápidamente. Es más, cuando han pasado unos días, sigue delicioso. Las tostadas de la mañana son irresistibles.

Y el queso. Lo elaboran María Ángeles y Ernesto. Ellos fundaron hace unos años la primera (y única) quesería del pueblo. Sus quesos de Serranía del Moncayo, curado y semicurado, son junto con la mermelada de mi madre, uno de los regalos que, a las personas especiales, me gusta hacer.




(© Fotos CyC)

El tercer alimento verdaderamente rico, como me pidió mi hermano, no lo digo. 

Pero sí diré que nuestro pueblo se llama Arándiga (Zaragoza).

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