Abadía Retuerta. Correr entre viñedos



Un monasterio del siglo XII y un amanecer mágico.

Zapatillas bien atadas, comienza la carrera. Es tiempo de vendimia y la actividad en el campo se inició temprano. Junto al canal, las ardillas también corren.



El día comienza a desperezarse. 




Sí, es un lujo haber dormido en una de las habitaciones de Abadía Retuerta LeDomaine (www.abadia-retuerta.com). Un hotel cinco estrellas a tan sólo una hora en tren de Madrid.




Las puertas se abren con llave. Inusuales, pero llaves. No me gustan las tarjetas.

Una alfombra espectacular, de color yema de huevo, recibe en la entrada. Cada pisada sobre ella supone una traición.



Hay diccionarios, obras de arte y joyas escultóricas, pictóricas y bibliográficas en cualquier rincón. Una chimenea, un piano, y mantas de cashmere en color verde sobre los sillones.




Hay bañeras en las que sumergirse. Y que el mundo se detenga, claro.




Sí, también una sala de yoga con un buda original de hace muchos, muchísimos siglos.




Hay un espacio consagrado a la desconexión absoluta y a los tratamientos corporales y faciales.

Una iglesia, desnuda, sobrecogedora. 




Y un claustro en el que es un lujo tomar el sol y un vino de Abadía Retuerta en cualquier momento.




El vino procede de la finca con 700 hectáreas. Se cultivan Tempranillo, Petit Verdot, Tinta de Toro y otras uvas.

Hay otras mil razones para meter moneditas en una hucha e invertirlas en una escapada inolvidable.

Sí, otras como la gastronomía impecable y onírica de Andoni Luis Aduriz. No es Mugaritz, es otra propuesta tan espectacular como aquella.

El chef vasco asesora por vez primera una hotel y presta atención a la fruta de bienvenida de la habitación. Que sea bonita, sí, pero que sepa mejor.

El desayuno también lleva su sello. Hay quesos de la zona, fruta fresca, panes, huevos y embutidos. Hay un mimo absoluto por el producto más cercano.

Y la carta del almuerzo y de la cena, deja sin palabras. 



Estofado de cebolletas tiernas, tuétano cocido y hierbas frescas, perfumado con láminas de setas crudas.





Ventresca de atún con tallos de acelga y polvo de crisantemos.




Falda de cordero asada a la parrilla con las cenizas de rabanitos.





Es tiempo de higos. Como postre, a la brasa de sarmientos con quesada y tierras de almendras.

Aduriz vuelve a sus quehaceres, en Rentería, y en Abadía Retuerta LeDomaine permanece Pablo Montero, fiel a su filosofía. Sus creaciones se saborean en el antiguo refectorio.



Solemne. Abadía Retuerta LeDomaine conserva la pulcritud, silencio y espíritu de aquel monasterio otrora habitado por monjes.

Y yo, como Aduriz, tuve la suerte de 'respirarla'.


(© Fotos Abadía Retuerta LeDomaine)

Cuando crezcan las amapolas, en primavera, soñaré con regresar. 

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