Lecturas que quedan

Olvidé el argumento de la mayoría de los libros que leí. Pero sé que algunos títulos fueron fundamentales. Y quiero creer que, aunque no recuerde el argumento, siguen siéndolo.

Hoy escuché a alguien llamar a su perro: "¡Gilbert, Gilbert!". Y volvió a mi memoria la historia de ¿A quién ama Gilbert Grape? Primero leí el libro y luego -raro en mí dada mi poca afición cinematográfica- vi la película protagonizada por tres jovencísimos Johnny Deep, Juliette Lewis y Leonardo DiCaprio.

Era triste, quitaba las ganas de comer durante un tiempo, pero bella en el fondo.

No ha sido preciso que nadie llamará a su gato, "Charlie, vamos, Charlie, ven", para que recordará otro gran libro. Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, cuyo descubrimiento debo a una maestra de mi infancia que hizo que lo leyéramos en voz alta. Cada tarde, un capítulo.

Precisamente, cuando fue llevada al cine, también contaba con Deep. Y a mí me defraudó... así que me quedo con la imagen que yo tenía del ascensor de cristal.

La lista de libros es interminable. Tanto que elegiré uno, aquel que leí un día de fiebre que me salté las clases del instituto: Cien años de soledad. Difícil recordar las aventuras y desventuras de los Buendía en su onírico Macondo.

Me gustan las lecturas que se olvidan pero que quedan.

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